Miradas kilométricas (I): David Berman

Comenzó el 2020, y he aprendido algo que hace tiempo que supongo que sabía pero que quizás no era capaz de reconocerme: hay que disfrutar de la belleza que hay en las cosas tristes. Sin temor. En caso contrario, permanecemos ignorantes de un caudal de arte y verdad que hace que parezca que nos bañamos sólo en la mitad del río. Hay que buscar ahí. Donde parece que hay más piedras en el fondo, donde está oscuro, donde hace frío y la amabilidad social esconde una mueca que nos dice que pasemos de largo, que hay que seguir hacia delante. Porque los verdaderos héroes están en ese lugar, donde cualquiera os dirá que no hay nada que ver, en el reino de los supuestos perdedores.

Llegué tarde una vez más —como dice más o menos el verso de Rafael Cadenas— a conocer (esto es bastante aventurado) a David Berman. Llegué cuando ya se había suicidado. Así que lo único que me quedaba eran la red y sus canciones. Empecé por el final. Por el último disco. Purple Mountains. Por la música. Por Nights That Won´t Happen. Ya con el sustrato sonoro, me dispuse a buscar en el río y a leer. A tratar de trazar un camino que siempre está repleto de citas, opiniones, sensacionalismo, agradecimiento, obituarios… Un camino de flashes que siempre es adictivo cuando la persona, el personaje y su obra llaman nuestra atención.

En la primera noche, leí un buen rato mentholmountains, el blog de Berman y, entre otras cosas, la razón principal de que haya empezado el año leyendo a Thomas Bernhard, que cuadra a la perfección con los últimos días del músico norteamericano y hace poco aventurado pensar que, simplemente, Purple Mountains es una conmovedora nota de suicidio. Sin disculpas, sin remordimientos; tremendamente lúcida (es un adjetivo que aparece mucho en castellano e inglés para describir a David). Sin hablar directamente del acto de quitarse de enmedio definitivamente, pero dejando líneas y estrofas (y alguna imagen, baste observar la portada del disco), que anticipan la rendición de un poeta que ya sabe que no hay más que rascar. El hombre que mira de soslayo lo rascado, se levanta, abre la puerta y abandona la estancia.

Como en otros casos, la muerte del artista hace que su obra reciente pueda contemplarse con sus ojos —lo que habitualmente se define como «con otros ojos»—, y las apariencias cobren una dimensión fantasmagórica y, al mismo tiempo, demasiado humana. Sucede, por ejemplo, con el vídeo de Darkness and Cold, en el que Berman y su ex-esposa componen una historia cotidiana que transforma, de nuevo, lo trivial en homenaje y despedida. Aunque siempre con humor, Berman, hasta el final.

Me queda (no sé lo que os quedará a vosotros, espero que mucho), leer su poemario (Actual Air, 1999), y probablemente seguir escuchando algunas de sus canciones. Fundamentalmente, las que me suenan más tristes. Porque lo triste encierra, como digo, tanta belleza y tanta verdad que muchas veces merece más nuestra atención que cualquier otra cosa.

Gracias, David Berman.

Imagen: Captura del vídeo «Darkness and Cold» (segundo 20 de reproducción). Vídeo de Ben Berman (2019)