Miradas kilométricas (III): Esbjörn Svensson

No sabía absolutamente nada de Esbjörn Svensson hasta anteayer. De hecho, no sé nada de Esbjörn Svensson, aparte de lo poco que he podido leer aquí y allá, a ratos de respiro emocional — porque su música arrebata—, en esta biblioteca de la inmediatez que es internet. Pero lo cierto es que se ha colado con su piano, con su trío, con su tensión creativa, con su música… en esta serie discontínua de «Miradas kilométricas». No. No le tocaba a él, como tampoco le debiera haber tocado marcharse tan prematuramente, en el inicio de la cúspide de su creatividad musical. ¿Por qué los mediocres viven tanto tiempo? Es inexplicable, aunque no está exento de lógica. Los mediocres no se desgastan, no hacen cosas riesgosas… Se dedican a administrar muerte en lugar de vida. Mejor: se dedican a absorber la vida de los demás. Evolutivamente son los mejores, sin duda. Para un mundo que no tenga que avanzar nunca, que tenga que quedarse quieto o ir marcha atrás; para un mundo en el que lo único importante sea vivir a costa de los demás e igualarnos a todos en la grisura, nada mejor que un mediocre.

Pero volvamos a lo bonito… Observad, a continuación, cómo funciona buena música a la hora de escribir. Comienza. Observas que no es fácil. El trío arranca, y sabes que lo ha hecho cuando miras esos ojos apretados, latiendo como corazones contenidos, esos dedos, esas manos, esos miembros tratando de amasar la materia intangible de la música, esa materia que se escapa a cada segundo, a cada movimiento; el equilibrista sobre el vacío, sin pértiga, sin cuerda, sin nada. Cuando hay buena música, no hay nada más. Es lo más difícil de hacer del mundo, la buena música, porque las notas no se quedan allí esperando a que las vuelvas a escuchar. Salieron ya y nunca volverán. Te envuelven y te ponen en algún lugar único para cada persona… Y comienza otra vez. Y te vuelve a mostrar ese sitio mágico donde no hay nada, en realidad, porque es un sitio que no existe, un lugar que nadie ha visto nunca, ni siquiera tú, que acabas de estar allí. Quizás abres los ojos un momento, y miras qué hay fuera de todo ello. Y reconoces por un momento a alguien, y no sabes que decirle, porque no estás seguro de que sea quien estás pensando, porque no estás seguro de si tú mismo eres en ese instante quien crees que eres cuando vas sordo caminando por la vida. Maldito seas, Svensson. Eres inmortal, muchacho. Eres inmortal y te curvas como se curvan los chamanes, queriendo comerte a mordiscos tu propio corazón, queriendo encontrar el manantial de ese flujo, el principio de todo, el origen de la corriente tranquila con la que aporreas el piano salpicando al universo. Algunos se limpian, o toman notas, o tratan de escribir como hago yo ahora. No somos más que unos ilusos, unos puñeteros ilusos boqueando como los salmones colorados que remontan el río… Y comienzas de nuevo, y el contrabajista se toca la nariz. Qué grandes ratos debísteis pasar juntos, haciendo planes y hablando sobre música mientras los niños correteaban en el jardín bajo la luz nórdica. Ahora me traes a Bill Evans, a Keith Jarrett, a Brad Mehldau… a todos los músicos que has devorado, chamán rapado, y los empujas a todos por una cascada salvaje para estrellarlos contra las rocas y hacer que se eleven en una nube de agua pulverizada que apesta dulcemente a jazz intemporal, a música más allá del reino de los vivos y de los muertos… Y comienzas de nuevo, por penúltima vez, y te veo sumergirte lentamente, por última vez, con la tranquilidad del que sabe lo que se hace. Es fácil. Lo has hecho tantas veces (esto es una suposición). Era fácil. Al salir, ya estás en otro lugar, Svensson. Allí donde habías estado tantas veces y nos habías llevado tantas veces, aunque pensaras que estabas solo. Nos dejas buceando bajo las frías aguas, genio, te has marchado a tomar un cóctel (otra suposición) mientras esperas que asomemos nuestras cabezas por encima del agua, para volver a respirar y sentirnos ridículamente vivos. Te marchaste hace mucho tiempo ya, Svensson. Pero no es verdad. Desaparecerán los mediocres, desaparecerá el agua, desaparecerá el mundo, desapareceremos todos. Pero ese amor que elevaste, jamás desaparecerá.

Porque comienzas otra vez.

Imagen: Esbjörn Svensson. Captura del vídeo de esta entrada (Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=HWS-TgLDt38 Esbjörn Svensson Live At Wackerhalle, Internationale Jazzwoche Burghausen, Germany, 2nd May 2004)