Malaka: piedras, pedruscos y peñascos (VII)

Pensemos por un momento qué hubiera sucedido en el capítulo de ayer de Malaka, si a la pija Noelia le hubiera dado por explicarle a Perico, el astronauta, qué es lo que significaba su nombre… Probablemente nada, por eso había que dejarlo colgando, y vendrá muy bien en algún momento posterior en el que salgan campanas (bodas, bomberos retiraos… no creo), gallos (me cuadra más, pensando en el clan de la Tota), o arrepentimientos (aquí hay candidatos a manta, pero ninguno más que Perico, claro). Porque vaya capitulito tuvimos anoche. Fino, fino. Todo el mundo haciendo honor a su nombre, incluido el fatum de nuevo, ofreciendo otra prueba más de que el guion está bien tejido y los personajes tienen fondo suficiente para que el espectador se mueva por una pasarela emotiva bastante amplia respecto a ellos.

En el primer tramo en flashback, con un ritmo pausado -porque hay un cierto riesgo de resultar rocambolesco si el desarrollo es más acelerado-, se ofrece la clave esencial de la desgracia. Puede que todo el sector del respetable que denostaba a Periquito, comprenda ahora la causa de sus chispazos y de su cara siempre velada por el flequillo. Todos sabemos que los adolescentes son siempre complejos, pero si además han metido la pata hasta el corvejón… Aquí la secuencia de acontecimientos es elegantemente cabrona, porque seguramente el Gato hubiera tenido más dotes prestidigitadoras que Ibrahima, el patriarca sobrevenido (estaba yo pensando en las obras del metro de Málaga mientras escribía esta última frase… no sé por qué). Pero claro, el Gato, desprovisto de todo aderezo, no es más que un desgraciado perdedor de manual que está condenado a la mierda (casi perfecta Salo, la semana pasada, dando las puntadas esenciales que tan bien hacen lucir el traje de este #Malaka7). Y pese a ello, ahí lo tienes al tío, inmortal como los espetos, y encontrando siempre un clavo ardiendo al que agarrarse para no tener que gastar una vida cada vez que surge un problema. En esta ocasión, el clavo fue Ruth, mal juzgada por mi parte en episodios anteriores, pecando quizás de no atesorar demasiada simpatía por la Guardia Civil, sin pretender ser absolutista o pendenciero, oh capitán, mi capitán Sarabia…Menudo cabronazo…

En la hornacina chiquitita quedaron Quino y Blanca, en esta ocasión, descubriendo verdades a partir de la sana camaradería profesional que se profesan. Tengo muchísima curiosidad por saber cómo va a saldar cuentas la historia con Quino y Quino con la historia. Se dice poco que su personaje es emblemático y está fabulosamente intrepretado por Vicente Romero. Impagables sus frases zalameras, sus nombres inventados y sus billetes de 20 lereles… ¿Habrá algo inesperado que enmierde su relación con Blanca? Porque muerta Noelia, ella es el otro personaje femenino que se mantiene flotando sobre toda la historia, y se me acaba de ocurrir que necesita una escena filosóficamente esencial, al estilo de la de Roy Batty en Blade Runner… ¿Se la habrán escrito, o no ? Pronto saldremos de dudas.

Vamos, Malaka. Que ya mismito es la hora de palmarla.

Imagen: RTVE ©