La educación no les importa

Abandonad el mito ya. A esos de ahí arriba la educación les importa un pito. A los de arriba del todo me refiero, que no queden dudas; aunque el torrente de inoperancia y desidia acabe llegando a todas las capas del sistema, que las ideas son como el agua de los ríos que van a morir al mar. Mueren los ríos, mueren las ideas, mueren las personas… pero mientras haya agua, hay esperanza al menos para la vida. Los ríos. Que queden los ríos, llenos de guantes y mascarillas, si es necesario. Llenos también de hojas con garabatos, esperando a que se les corra la tinta. Nosotros a lo nuestro, que es votar y hacer comparaciones absurdas. Que la verdad no nos vaya a estropear nuestra comparación absurda, por favor.

Esos diques que todo lo frenan —no nos engañemos—, los hemos construido todos juntos, creyendo como tantas otras veces que la educación les importaba. No les importa. El agua corre clara y nítida, por allí fuera… Por tanto, construyamos desde esta charca.

¿Qué estamos dispuestos a oponer a esa certeza? «Yo voy a hacer lo que pueda». Hum… Eso está muy bien. Me recuerda a lo de la cabra y la trompeta (más el teclado Yamaha, en contextos más pudientes, la música del azar…). ¿Ellos tienen todo el poder y no tienen nada mejor que ofrecer? Sí. Eso parece ser. ¿Qué es la ratio?, dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila azul, ¡Qué es la ratio! ¿Y tú me lo preguntas?…

Es que no hay dinero (no debe haber, aunque antes hubiera y la ratio nunca volviera en nuestras escuelas sus cifras a colgar)… Que no, macho, que no les importa un pito la educación. Que sólo les interesa su matiz de hiperguardería…

Es chulo esto del prefijo hiper-… Lo voy a patentar, en esta acepción educativa. Patentado. Hagamos un hashtag con ello y nos reímos un rato. Al menos dejamos de vendernos motos. Lo que quieren estos cazadores-recolectores de votos es así de sencillo: el advenimiento de la hiperguardería. La mala noticia es que puede que ni siquiera necesiten a los maestros para construirla. Desde luego no a estos maestros. Es muy peligroso todo esto. Pero recordad: nosotros hemos ayudado a construir estos diques. Y sí, tiene toda la pinta. No nos necesitan en absoluto para enseñar nada, para enseñar nada de lo que a ellos les interesa que aprendan les niñes, quiero decir.

Abandonad el mito (2): la educación actual no va en absoluto de lo que un niño necesita aprender, va exclusivamente de lo que ellos necesitan que aprendan. Y lo aprenden bien, lo olvidan rápido y, en esencia, es vacuo, fatuo, fácilmente replicable, fácilmente sustituible y solo responde a los extremos violento-pacífico. No hay nada intermedio. Ni el Wyoming, ni el sexo. Bueno. El sexo sí, que ocupa mucho tiempo.

Hace unas semanas pensaba, iluso de mí, que estábamos ante una oportunidad de oro para darle la vuelta al sistema educativo como a un calcetín. Despacito, pasito a pasito, suave suavecito… No lo pensaba con la absoluta seguridad que tengo, por ejemplo, en poder rascarme la nariz cuando me pica. Porque siempre planeaba la cuestión de que había que hacer posible que las cosas siguieran hacia delante, que esa era la prioridad absoluta (eso que ahora llaman la «nueva normalidad», algo absolutamente siniestro). Porque es complejo, es difícil… Hay que respetar tantas situaciones, tantas realidades y tantos estatus…¡Con lo sencillo que era! ¿Qué es lo que se necesita en todos los casos? Una guardería. ¿Cómo pude pensar por un momento que estarían pensando en otra cosa? ¡Era la hiperguardería!

¿Cómo nos puede sorprender que hayan elegido el camino más sencillo si es el que escogen para todo, si es por extensión el camino que más solemos escoger todos, incluso toooooodos esos niños a los que reprochamos tantas cosas tantas veces y de tantas maneras? «Hazlo de otra manera, Pepito»… «Para qué, si ya se hacerlo de esta»… La excelencia era esto: vaciarlo todo, para en el hueco resultante, meter un voto.

Quisiera poder pensar otra cosa, pero cuando me desconecto de las cosas que me apasionan, las conclusiones son claras. La educación les importa un pito. Y vienen tiempos muy oscuros. Es ahora o nunca. Si no nos plantamos ahora, la «nueva normalidad» acabará no ya con la educación que hemos conocido, sino con cualquier atisbo de lo que siempre hemos soñado que pudiera llegar a ser. Por lo tanto, ¿nos importa a nosotros la educación? ¿Sí? Pues demostrémoslo.

Imagen: Daniel Lobo (2014) Dominio público.