Sábado de comunidad de aprendizaje

El pasado sábado El Gracia desarrollaba una jornada matinal formativa sobre comunidades de aprendizaje, y allá que nos fuimos un compañero y yo para ver cómo va su aventura transformativa desde que arrancara hace quince años. Creo que podemos decir que va bien, a juzgar por el brillo sostenido que se mantiene en las miradas de las maestras y personas que compartieron sus experiencias con los presentes. Porque, ojo al dato, todo lo que vimos y escuchamos fueron maestras, madres, actrices….mujeres, a excepción de un simpático voluntario que nos contó cómo se enamoró del colegio mientras realizaba sus prácticas universitarias y decidió prolongar su relación con el mismo a través del programa de voluntariado que desarrolla la escuela. Igual todo ello tiene que ver con la trayectoria del proyecto de El Gracia, igual ayuda a mantener ese clima que se respira cuando traspasas la no-valla del cole y te enteras de que es un espacio sin sirenas ni estridencias. Hay en El Gracia un ecosistema que te invade por todas partes, empezando por el aire y terminando por la configuración y decoración de los espacios… Es como jugar a las muñecas dentro de una la misma casa, pero con un aspecto esencial: aquí se juega a enseñar, aprender, colaborar y participar en el entorno. Y se consigue.

Líneas básicas

Vaya por delante que esta entrada no pretende ser una crónica, si no simplemente apuntar los aspectos que me llamaron más la atención durante la mañana del sábado. Nada más empezar pudimos comprobar que la batalla del centro con los espacios sigue viva y se cubre con tesón e inventiva. De este modo nuestro salón de actos para el arranque de la jornada fue la propia entrada al edificio del centro, como podéis comprobar en este tuit de @leonidasarjona:

Este primer tramo fue una mesa cuadradangular -casi siempre son así, no redondas- en la que se dieron orientaciones y se compartieron experiencias y aspectos alrededor de las líneas esenciales del centro, similares a las que delimitan los caminos que transitan otras comunidades de aprendizaje:

  • Organización del voluntariado. El centro tiene una especie de bolsa de trabajo con la que va cubriendo sus necesidades personales para grupos interactivos, tertulias, etc…
  • Charlas con café. Se proponen temáticas determinadas que se tratan en charlas distendidas con un café. Participa cualquier persona que esté interesada.
  • Participación de las familias. Una madre de un alumno compartió sus experiencias vitales alrededor del colegio, cómo dio con él y cómo se embarco en una participación continuada en actividades y espacios del centro (como por ejemplo la biblioteca).
  • Espacios flexibles. Como comentábamos antes, el centro ha ganado espacio en los últimos años, en forma de patio, huerto, jardín, patio para infantil. Pero el edificio que lo acoge sigue siendo pequeño. Estas carencias se suplen con imaginación y flexibilidad en el tratamiento de los espacios y con una consideración esencial: todos los espacios son espacios abiertos.
  • Clima favorable al diálogo. En El Gracia hay cosas simples y sencillas que complementan esa flexibilidad espacial de la que hablamos, contribuyendo a que apetezca comunicarse. El recreo se da con música, hay mesas y sillas (cómodas, ojo) para sentarse, reunirse, trabajar… en los pasillos. Hay sillas cómodas para descansar, leer o ensoñarse. Hay alfombras, hay cuadros pintados por los niños por todas partes, hay pizarras blancas para comunicar en los pasillos. Hay calidez, hay humanidad. Puede que alguno esté pensando, «Bah, que tontería. Eso no es innovar». Me parece respetable. Pero yo a estas cosas las llamo tonterías esenciales. Y las quisiera en tantos centros como en los que soy capaz de recordar haber trabajado alguna vez.

Talleres

Después de conocernos un poco, el CEP tomó un poco las riendas de la sesión matinal y el personal se dividió en grupos para participar en talleres con temáticas orientadas a este tipo de centros: convivencia positiva, trabajo cooperativo y tertulias dialógicas musicales. Los que elegimos nosotros, de acuerdo con lo que pensábamos que eran nuestros intereses como centro, fueron los relacionados con convivencia y trabajo cooperativo, impartidos por (sí, más mujeres :-)) Macarena Soto y Patricia Santos. Puedo decir que tuve suerte con la elección del segundo (y por lo que me contó mi compañero, lamenté también no poder estar en el primero), porque la verdad es que fue muy interesante y obtuvimos muchas pistas que trasladar al aula en lo que se refiere a trabajo cooperativo, aunque deberán de adaptarse algunas cosas a las peculiaridades de nuestro alumnado. Esto forma parte de la creación del sentido en el proceso de enseñanza, lo que además fue apuntado en alguna ocasión por la ponente: no se trata de que hagas esto, aquello o lo de más allá, sino de que tenga sentido hacerlo en el contexto en que desarrollamos nuestra actividad profesional.

En este sentido, Kanban me pareció una herramienta perita para trabajar en el aula y controlar el desarrollo de procesos de manera compartida. Sí. Es similar a otras muchas cosas, pero nunca lo había vivido tan de cerca y me pareció muy sencillo y estimulante.

Muestra de teatro

El regalo final de este encuentro nos lo entregaron las madres del alumnado que componen el grupo de teatro del cole, que nos representaron en el aula que hace de gimnasio del colegio (espacios de usos múltiples) la obra «Basta ya», escrita por ellas mismas. Este fue quizás mi momento favorito del día por la importancia que me parece que tienen este tipo de narrativas para mostrar el efectivo poder de transformación que tienen las escuelas que quieren sobre las personas que participan. De veras que fue muy emotivo ver a estas cuatro mujeres comunicando a ras de suelo, con los medios justos y necesarios, con una autenticidad y humanidad que como docentes deberíamos hacer que floreciera por tantas partes que el mundo acabara convertido en una selva.

El espíritu de la obra se centra en la reivindicación serena de la libertad que históricamente han perdido muchas mujeres aplastadas por esa responsabilidad heredada de lo que se supone que debe hacer una mujer en su vida. Pero en el cuadro que representa al colegio El Gracia yo creo que va mucho más alla. Porque muestra el camino que hay después de decir «Basta ya», y que cuando un grupo de personas se une, cree, invita, comunica, sonríe y comparte es posible que sucedan cosas como las que supongo que pasan en El Gracia todos los días. Y voy a tener que montármelo, sin duda, para ir un día a vivirlo. De momento, solo puedo darles las gracias por invitarnos a poder ir a su casa. Seguro que volveremos.