Malaka: el sol, capitán redondo…(VIII)

Malaka se despidió anoche en TVE1 y una mijita antes, en directo, en el Cine Albéniz de Málaga. Y lo hizo por todo lo alto, con un Perico que se lamentaba calmo, pensando antes de dormirse qué hubiera sucedido si hubiera pasado de largo ante la exuberancia de la niña Noelia; en un sencillo juego visual de noche y día, luz y oscuridad, y con un último plano radiante de la pijita haciendo el muerto en la playa del antiguo camping de los Baños del Carmen. Una imagen que ya queda para el recuerdo de las producciones audiovisuales españolas, con ese bamboleo del mar bajo el sol malagueño, que no sé si conocerá Olafur Eliasson, pero que ha prestado en las últimas semanas un brillo peculiar y preciso a esta gran obra televisada. La luz inconfundible de Malaka. Habrá que recordarla.

Se podrían estar horas y horas comentando cuestiones técnicas, momentos, hallazgos, frases, ysis, etc… Pero creo que lo mejor que se puede hacer es animar a la gente a que vea Malaka, anotando simplemente dos aspectos esenciales que caracterizan a la serie: guion y personajes excelentes, factura personal y mediterránea. Ciertamente, existe el añadido de que si eres de Málaga, vas a poder sumar muchos matices al visionado de la serie. Más allá de las palabras y los lugares, vas a poder superponer olores, sensaciones corporales, recuerdos… pero con el cuidado justo, para que tu narrativa no se coma a la de la serie, lo que en cualquier caso me parece improbable. Así que deja de leer esto ahora, y organízate para poder ver la serie, porque todo lo que viene a continuación son spoilers relativos. ¡Ah! Otro consejo: no os deis atracones con los capítulos, que luego acabáis en casa diciéndole a vuestros papás que los camperos os sentaron mal…

Spoilers relativos finales

Pueden sacarse algunas concusiones sobre el juego que ha planteado el guion de Malaka durante las últimas semanas. Tenía la idea de comentarlo empleando el famoso libro naranja para guionistas que me dejó un amigo (si me lees, no temas, Lola no se lo puede cargar; y algún día te lo devolveré). Pero mirad, en esto, me pongo de lado del Gato: es mejor que la gente aprenda a vivir con sus secretos, por espeluznantes que puedan resultar. Buscad a un amigo que os preste el libro naranja, y ya.

La historia se cierra con personajes que se quedan igual, que se adaptan, que reculan, que no se han enterado de nada… y con tres ganadores y tres perdedores (excluyendo a los fiambres, claro). Los perdedores son, claramente, Castañeda, Sarabia y el pederasta. El ganador máximo, Perico (¡toma ya!), que sobresale por encima de la broza con su dignidad, y la frase que a todos nos hace pensar que es gilipollas pero grande: «Yo no soy como tú». Tracatrá. Pues ya veremos, Perico. Que la vida es mu larga, chavá. Los otros triunfadores (Quino y Blanca) encuentran su particular enjuague de demonios y sonríen abiertamente mientras esperan lo que les depare el futuro, con sus familias y defendiendo la justicia. Y hasta aquí el happy end, digo yo.

El Gato

El Gato no es McNulty. Ni Travis Bickle. Ni Ben Willard. Ni el Quijote. El Gato comienza siendo imprescindible, sobre todo para el clan de las hamburguesas; pero a lo largo de la serie se va viendo desplazado por los acontecimientos, las traiciones y las personas. El Gato es el malagueño de pura cepa que va viendo cómo la ciudad va evolucionando y él debe hacerse a un lado. El Gato sabe que la mentira forma parte de la realidad, pero descubre al final que la mentira, como todo lo humano, es algo muy personal. Su mentira es su verdad (¡como la de cualquiera!) y por eso ese final lógico, en la barca, pescando bajo el manto de luz costera: sigo fumando, sigo bebiendo, sigo trapicheando…Os pongo la pasta, y a mí me dejái en pá. Que tengo razón en tó, y vosotro no os queréi enterá. Imprescindible el Gato. El Gato es el Gato. Punto. Lo tomas o lo dejas, pero sólo te va a decir las cosas una vez, que no es ningún visionario ni ningún anacoreta. Salada resignación.

¿Y ahora qué?

El entusiasmo y la satisfacción finales nos hacen desear una segunda temporada de la serie, a base de ver posibilidades en el horizonte, personajes con cuentas pendientes y una buena base previa. Para mí son espejismos, salvo que se orientara la segunda temporada a la descripción de otro mundo dentro de la ciudad (el tipo de enfoque que se desarrolló en su tiempo en Baltimore…). Sinceramente, prefiero que se quede donde está. Flotando en el mar con Noelia. A la deriva, frente a la ciudad. Y que sigan desfilando por donde quieran los chalecos de raso.

Imagen: RTVE©