Aprendí el nombre de los pájaros
obligándome a recordar
cómo recuerdan los locos,
entre nervios de espuma blanca y miradas temerosas
que siempre se apartan del fuego,
buscando vestigios de luz
entre los troncos demudados
y el vapor ondulante de las hojas podridas.
Busqué hasta quedarme sin nada,
borracho de fe y exabruptos divertidos,
fascinado con las repeticiones de mis diarios,
secuencias obsesivas de dolores tolerados,
compota cotidiana con tostadas de cerebro
y resortes
chorreando por los muros de las cuevas curvas.
Cambié mil veces de dirección
sin dejar que me vieran salir de los márgenes.
En los bosques vestidos de negras mantas,
los recodos quebrados de los caminos,
dentro de habitaciones silenciosas por el frío…
Asesiné a reyes,
violé a doncellas
y admiré hasta la muerte las acciones más triviales
de todos los olvidados del mundo.
Desnudé mi alma
ante vuestros incomprensibles espejos,
dejándoos con el rostro estupefacto
de los que descubren tarde
la magia molecular del mundo.
Ya no tengo lado salvaje.
Salvo si pretendéis venir
cargados de prejuicios
para ajusticiarme.
©
Imagen: Red Right Hand_Dave Wild (2019) CC BY NC 2.0