2050

Dar las gracias siempre es señal de buena educación y de que todo funciona con lógica. Porque aunque sea un automatismo, también lo es estornudar y no es algo que uno vaya haciendo encima del personal —a.V. y d.V, por supuesto— como si fuera un bonito perro con nómina. Así que tengo que dar gracias a todas esas personas listísimas que desinteresadamente se han tirado un año pensando en qué habría que hacer para que en 2050 este país sea más fetén. Me ha gustado mucho la imagen de la salida del laberinto. Es genial, con su colorcito amarillo-ciudadano; aunque no queda muy claro si es una entrada o una salida. No queda muy claro si se viene del vacío para entrar al laberinto, o se sale del laberinto para entrar en el vacío… La vida es un laberinto, y ya sabemos todos por dónde se entra y por dónde se sale. Así que como metáfora visual, el amarillo-ciudadano (y el laberinto) son lo suficientemente descriptivos, pero lo de la salida es, sencillamente, una simplificación insultante. Y ni siquiera está la Cruz Roja con una mantita ocupándose de lo verdaderamente importante allí, a la vera de lo amarillo, que es donde se pasa mal un rato si es que la aventura tiene que seguir hacia delante, una vez hemos atravesado esa porción de laberinto que esperamos que nos lleve… a la siguiente porción, y a los libros sobre quesos.

¿Por qué tendría que ser fácil? ¿Para seguir garantizando el imperio de lo efímero? Qué va. Miremos hacia el 2050. Imagina que eres de sonrisa fácil, o que eres aburrido como un anacardo. Imagínate en 2050 con una camiseta amarilla llena de mosquitos. Imagínate, este mismo año, volando en verano al extranjero y leyendo mientras el libro de Albert Camus. ¿A quién cojones le importa el 2050? A mí, por supuesto, pero no como salida a la parte de laberinto de vida que me corresponde afrontar en cada momento. 29 años. ¿Tienes 29 años? Jé. No te queda ná, payo. Conozco a unos cuantos gitanos pobres que bastante antes de los 29 estarán aprendiendo de nuevo a contar los años. Habladles a ellos del 2050, que os van a tocar unas buenas palmas. Como yo. Pienso en 2050 y me sale tocaros las palmas —seguramente con menos duende, pero con compás—, coño. ¿No podía ser 2030? ¿O 2040? Buenos números todos para la lotería de Navidad, que es ya mismito, pero… ¿Por qué no ocuparse del presente? Ya, ya. El laberinto. Dentro del laberinto. Y David Bowie, que va a durar más que todos nosotros, más que justamente, por otra parte…No. No va a ser fácil. Pero nunca es fácil, porque de lo contrario estó sería un tostón insufrible, como los artificios o las personas que no se reconocen la verdad. Habladme de 2050, por el palo que queráis. Gracias, y ya.

¿2050? No me voy a seguir vacunando.

Imagen:

El laberinto, con entrada-salida en amarillo-ciudadano.

Banda sonora de la entrada:

Enrique Morente (cortesía de @mazuagah)