Gambito de dama

Todo el mundo sabe lo que es el ajedrez, y que hay normas no escritas para para poder hacer una serie sobre cualquier cosa sobre la que todo el mundo cree que sabe algo y enganchar al espectador. Siendo el ajedrez el tema que sustenta a Gambito de dama, estaba claro que no se podía empezar moviendo peones a d4/e4. Y desde luego, tiene que pasar un ratillo hasta que aparezca algo que cualquiera pueda conectar claramente con el ajedrez (¿el tablero y las fichas?). Porque a la mayoría de la gente —sobre todo a los sindicalistas—, no se les escapa que «gambito» tiene que tener por fuerza alguna relación con el marisco; y que las damas son un buen juego de fichas para pasar los tiempos muertos de los horarios de liberación y, en algunos casos más fascistas, señoras emperifolladas que, oh sí, juegan a cosas de señoritos mientras levantan el meñique apuntando al telescopio Hubble. Al ajedrez, por ejemplo. ¡Jaque al mate!, dijo el argentinófobo.

Gambito de dama es una serie de mujeres que transita muy adecuadamente por el tablero de un feminismo que no es del todo ese producto cargantemente edulcorado que tanto abunda hoy. Y no lo es porque es un feminismo de los años ochenta ambientado en los sesenta — además de que Harmon, es muchas cosas interesantes antes que mujer (para sí misma y para el espectador)—, una reivindicación de la persona y de la inteligencia. Un canto a la libertad del ser humano. Walter Tevis, el padre de la Harmon, era un escritor muy conectado a su tiempo y al tempo de la botella; de manera que es difícil no llevar con solvencia su excelente (dicen las fuentes) relato cuando cuentas con el soporte económico y tecnológico de Netflix. Ser un buen gestor y transformador no es fácil: hay que tener algo en la mollera y jugar bien tus piezas. Si no lo creen, a su contexto local más cercano les remito, si es que residen dentro de la marca España.

[Sin más, pasamos a destripar la serie, por lo que si no la han visto y son impresionables, les recomendamos que lean otra cosa a partir de este momento.]

Mujeres al poder (y a la botella)

Los personajes esenciales de la serie son Beth Harmon y sus dos madres, la biológica (Alice Harmon) y la adoptiva (Alma Weathley). Alice es una matemática inestable que toma una dramática decisión al inicio de la serie. Pero más allá de juzgarla por su suicidio, hay que valorar muy mucho sus aportaciones al ideario de su hija (que la echa mucho de menos, aunque esta añoranza esté finamente administrada a nivel visual a lo largo de la serie). En los inicios de muchos episodios hay grandes enseñanzas de Alice Harmon sobre la libertad, que la huérfana Beth tendrá que ir conociendo por sus propios medios y contra sus propios miedos.

Después de un tiempo razonable en el orfanato, Beth vuelve al mundo libre gracias a su madre adoptiva, Alma Weathley. Esta señora actúa maravillosamente durante todo el rato que permanece viva en la serie, representando a la mujer americana media, abnegada, que ha renunciado a sus talentos y que —siendo abandonada durante la serie—, se ha dado a los tranquilizantes y a la bebida. Una joya, vaya (de Guatemala a Guatepeor, que podría pensar Beth, que ya viene enganchadita a los tranquilizantes desde el orfanato)… Nada más lejos de la realidad. En la lógica triangular que se plantea entre estas tres mujeres, Alma hace de salvavidas para Beth y viceversa, siempre manteniéndose en el vértice alto Alice, la mujer que no supo qué hacer con su libertad (bueno, sí lo supo, se quitó de en medio).

Hay muchos grandes momentos entre la tres, aunque nunca coincidan físicamente en pantalla. Por citarles algunos bonitos y sin frases, cuando Beth recuerda un día en que su madre se zambulló en un lago (ay, que no sale, que no sale, dónde está) y cuando se encuentra con Alma tocando a Erik Satie en el piano del salón del hogar de los Weathley. Sin embargo, es ley de vida que las madres mueran antes que las hijas, por lo que cuando tiene que desatarse el nudo de la serie, la ya sexy Harmon va a tener que enfrentarse sola a todos sus fantasmas…

[Apartado de consginas feministas: ni cotiza que el cóctel Gibson se va a volver a poner de moda]

Algunos hombres buenos

Para completar el panorama y mantener el grado de entropía que precisa el relato necesitamos algunos hombres. En general, el hombre en Gambito de dama es eclipsado por la brillantez del personaje de Beth, ya se trate de jugar al ajedrez, beber, mentir, robar o echar un polvo. Quedan fuera de esa categoría Benny Watts (campeón de ajedrez de los EUA hasta que Beth le hace morder el polvo), Townes (el primer amor imposible de la chica… imposible del todo —gran escena en el hotel, recuerden atender mucho siempre que estén en un hotel de los que aparecen en la serie), Vasily Borgov (soy ruso, a qué quieres que te gane que se juegue con 32 piezas en un tablero con…) y Mr. Shaibel, el maravilloso bedel de pocas palabras que, más allá de introducir a Beth en el noble juego, oficia casi como padre en la sombra del sótano (varias veces se percibe eso a lo largo de la serie, siendo las más obvias la querencia de la Harmon por la frase «Ahora o nunca» y los momentos «Y ahora, te retiras»). Las relaciones de Beth con estos cuatro personajes constituyen casi el resto de la arquitectura seria del relato. Siendo todos bellos a su manera, les tengo que confesar que mi favorito es Mr. Shaibel y que, como casi todo lo verdaderamente bueno de la serie, tiene que morir a lo largo del metraje :_(

El resto de los hombres que aparecen en la serie o bien son unos capullines (ex-maridos, el dependiente de la tienda de los simpas, los blancos cuando Jolene habla de ellos… ¿que quién es Jolene?…uno de los personajes femeninos que merecen un epígrafe aparte), o bien son unos pagafantas (Harry Beltik, los gemelos noséqué, el hippie del gatillazo, los colegas de New York City, etc…). Bueno, Beltik da un poco de pena, como si no pudiera librarse del estigma de ser el primo gordo de Harry Potter y hubiera que seguir riéndose de él. Sin embargo, ¿qué sería del mundo sin estas pequeñas crueldades cinematográficas? Beltik, pagafantas. Te dejaste los cuartos en la piñata para nada… Bueno, para nada nada tampoco… pero pagafantas, come jaques, currucúcu…

[Hay más cosas que contar sobre los hombres y la amistad entre hombres y mujeres, pero vean la serie, y tal]

Mujer libre negra vs mujer libre blanca

La otra pareja de mujeres importante en la serie es la que forman Jolene (de huérfana negra y resabiada a la que nadie quiere adoptar a inminente abogada) y Cloe, la chica de la moda que pasaba por allí. Ambas majísimas, listísimas y muy bien interpretadas.

De Jolene podría decirse que es una especie de Clara Campoamor, dispuesta a utilizar a conveniencia a los «blanquitos» para progresar en la vida y hacer valer sus derechos (es otro tema que se trata en la serie, el de la lucha por la libertad en el apartado racial, de acuerdo con los tiempos en los que está ambientada la serie). Su aparición en el tramo final la convierte con todo derecho en la hermana mayor que Beth nunca tuvo. Jolene es otra muestra de inteligencia femenina pero aplicada al tablero de ajedrez de la vida. Siempre un paso por delante, sin venderse motos y manteniendo intacta la esperanza y la honestidad. Una de las grandes ayudas finales para la Harmon, antes de enfrentarse al Big Boss Borgov.

Por su parte, Cloe es una amiguita de Benny Watts, junto con otros dos pocholines que viven en la ciudad que nunca duerme. Bella y elegantemente descarada, aplica su seguridad personal y conocimiento de la vida para representar el modelo de mujer bon vivant que, trabajando en la moda, se permite vivir sin ataduras, aquí o allá, sin hacerle ascos a la bebida barata en el tugurio donde vive Benny o al pastis y el champagne de la noche parisina. Pareciera que el personaje está solo allí para cerrar el flashback con el que arranca la serie antes de abordar el clímax final. Pero lo cierto es que es un personaje muy atractivo (para la Harmon también), y que amplia el repertorio de féminas listas que aparecen en la serie.

[Hay, por supuesto, otras mujeres en la serie. Pero o no son del todo libres, o viven en la libertad mainstream]

Detallitos técnicos y otras cosas tremendamente agradables

Y vamos ya con el remate pildorero de Gambito de dama.

  • La factura visual es sesentera (colorido, luz y vestuario) y está bien lograda. El uso de la cámara en pasajes sonoros (contrapicados en las escaleras de los hoteles, por ejemplo) colabora mucho a mantener el ritmo general (sobre todo cuando hay partidas de ajedrez). Es Netflix, vale. Pero Netflix sesentero.
  • El juego visual de viñetas en el torneo de los EUA donde Beth se impone a Benny Watts, con una estupenda banda sonora de fondo.
  • Los bailecitos de Beth cuando se encierra a bailar con el alcohol.
  • El sonido de los vasos y el sonido de las piezas al ser colocados sobre superficies horizontales. Si cierra uno los ojos no sabe si le están poniendo una copa o si le acaban de hacer jaque. Es un detalle encantador.
  • «Ahora o nunca»… y vaya porquería de beso que le das, Harry Beltik.
  • El arte que tiene Beth para coger lo que quiere a lo largo de la serie.
  • Jolene y Beth jugando a squash.
  • Una pena que nunca aparezca el caballo de Benny Watts.
  • El gran casting de pagafantas y marisabidillos que tuvieron que hacer para los torneos de ajedrez menores.
  • Los gemelos noséqué, que siempre parece que están buscando a Tintín.
  • La mini-historia de Alma con su pen pal mexicano. Alma, la mujer con mala suerte en el amor.
  • Cuando Beth asalta la enfermería del orfanato para tomarse unas píldoras. Es puro grunge y rock and roll esa escena.
  • Las clases de ruso que acaban en fiesta hippie.
  • El bañador del maromo de D.L. Townes en Las Vegas (la escena es muy bonita y la rematan con ese toque para que te enteres bien ya, si es que todavía no te has enterado).
  • El nivel de contención general a nivel emotivo que hay en todo el metraje. Todo son matices, cero estridencias. No hay efectismo visual y las escenas funcionan porque el guion es bueno.
  • Y que a mí también me gustaría tener un tablero de ajedrez para jugar con la mirada en cualquier techo del mundo. ¿Qué tengo que tomarme, doctor?

En definitiva, una serie ab-so-lu-ta-men-te recomendable. ¡Mujeres al poder!

[Por cierto, me gusta el ajedrez, pero soy un jugador del montón —ElMongo, en chess.com. Lo de confundir las aficiones de Morphy con las de Bobby Fischer, pues cosa de Harry Beltik, seguro… Y si saben dónde venden online cebollitas para hacer un buen Gibson, dejen el enlace en los comentarios. Gracias.]

[Ahora les toca mover a ustedes.]

Imagen: Beth dándolo todo al ritmo de «Venus» de los Shocking Blue. Netflix (2020) ©